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martes, 6 de octubre de 2020

Un pulso al fracaso- Fundación Tomillo




La visualización de este documental me ha resultado especialmente inspirador, porque te hace darte cuenta de la cantidad de chavales que en nuestro sistema educativo, tristemente, se quedan atrás, y de cómo este descarrilamiento no es solucionado en la mayoría de los casos, dándoseles como "causas perdidas", y apartándoles rápidamente porque no son vistos como personas útiles que puedan aportar algo al sistema.

Yo misma reconozco que al pensar en este tipo de chicos y chicas, caía en el error común de imaginarme al típico adolescente problemático, que siempre se sienta atrás en el aula, interrumpe, molesta, resulta frecuentemente castigado y suspende... que no quiere estudiar, y sólo piensa en dejar la escuela y no hacer nada cuanto antes. Pero no pensaba en que estos chicos no son así porque sí: llevan cargas muy pesadas a sus espaldas y de diferentes tipos (familiares, personales...), que les han hecho ser así.

El problema de nuestro sistema educativo radica en no centrarnos en ellos, que son precisamente los que más lo necesitan, y privarles de una segunda oportunidad. Esto es algo que precisamente la Fundación Tomillo pretende conseguir. Esta asociación persigue dar una oportunidad a adolescentes cuyo recorrido en los institutos ha sido deficiente, haciéndoles ver, con el arma de la confianza, que si ellos se lo proponen, pueden alcanzar metas que siempre le han impuesto de imposibles.

En concreto en clase, me ha tocado fijarme en la función número 3 que la LOE y LOMCE recogen en su artículo 91: "Tutoría, dirección, orientación y apoyo a los alumnos". Función que claramente, se cumple en esta organización, a lo largo del documental se puede apreciar cómo hacen tutorías privadas e individuales con cada alumno para ir viendo su evolución (en un momento del video el testimonio de una de las chavalas dice "la ayuda que he tenido aquí no la he tenido en el instituto), también se ve cómo, si tienen un problema o trifulca entre compañeros o con el profesor, no se castiga directamente, sino que se intenta argumentar y llegar a una solución, y se aprecia un trato más humano y cercano entre el profesor y los chicos.

Claro está que a mi punto de ver, en este tipo de centros el cumplimiento de esta función es mucho más fácil de conseguir, pues se trata de un centro específicamente creado para la orientación de este perfil de adolescentes, se sabe del estado de desmotivación en el que los chavales acuden y los profesores son conscientes de que deben darles más atención. También son grupos de alumnos más reducidos, y su educación allí se centra básicamente en su formación profesional con objetivos y actividades fijas, más que una formación estándar docente.

Situación que dista mucho de la que encontramos en los centros educativos españoles corrientes, en los que se encuentran una gran variedad de tipos de chavales, en donde se deben tratar objetivos muy diversos, y con grupos muy amplios, en los que un trato y preocupación individualizada para cada uno de los alumnos resulta inviable. Por no hablar de las figuras del orientador o psicólogo que muchas veces resultan escasas o simplemente inexistentes.

Las funciones que las leyes educativas proponen, una vez más, están muy bien sobre papel, pero en la realidad, me temo que una vez, resultan muy difíciles de conseguir.

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